Cada año los simulacros de sismos para conmemorar el ocurrido el pasado 21 de enero del año 2003 se están volviendo una rutina mediática. En los días previos se anuncian simulacros en unas cuantas escuelas, oficinas y dependencias de unos cuantos de los municipios, como si el simulacro de sismo fuera la única y mejor forma de conmemorar.

Además la conmemoración debiera ser enfocada en “el desastre”, el cual fue detonado por el sismo del 21 de enero de 2003. Pero por “comodidad” y mala costumbre se dice sencillamente que “se conmemorará el sismo” en lugar de “conmemorar el desastre”. Tal parece que es más sencillo culpar solamente “al sismo”, es decir, a “la naturaleza”, en lugar de exponer que lo conmemorable es el desastre, o sea la suma de daños y fallecidos que conformaron al desastre.

Un sismo no es un desastre. Cuando sucede un sismo en una zona inhabitada no causa pérdidas humanas ni económicas. No afecta a alguna comunidad. Por eso se explica desde la teoría de la construcción social del riesgo y el desastre, que el desastre existe cuando una amenaza afecta el proceso dinámico del desarrollo de una comunidad y hay pérdidas humanas y económicas considerables.

Un sismo por sí sólo no provoca tantos daños cuando las construcciones son adecuadas para resistir los sucesos sísmicos característicos de una zona. Un sismo tampoco mata gran cantidad de personas cuando éstas saben cómo reaccionar ante una amenaza en un momento de emergencia, es decir, cuando están preparados y prevenidos. Sobre todo cuando se ha enculturado una capacidad preventiva, llamémosla así, o sea aprendida culturalmente como parte de las dinámicas culturales de una comunidad. Esta capacidad preventiva enculturada sería muy parecida a estar adaptado a un determinado medio ambiente.

Sin embargo el aislado, anual, repetido y medio serio simulacro sustituye cualquier otro tipo de instrumento de conmemoración y concientización. Porque sinceramente el ritual oficial de conmemoración frente a una estatua es casi ridículo y meramente fotogénico. No veo cómo esas poses serias y coronas con flores produzcan conciencia social entre la comunidad con respecto al riesgo sísmico. ¿Cuándo será el simulacro de sismo sólo un instrumento más de prevención y dejará de ser el primordial? ¿Cuándo superará el número de personas comunes al de los políticos fotogénicos asistentes en el ritual mediático de conmemoración del “sismo”?

Uno desearía que en una zona de alto riesgo sísmico, como lo es el estado de Colima y la región Occidente de México, mínimo debiera construirse una réplica de una casa, sobre un camión de carga que sea simulador de sismos de distinta intensidad. Para que, durante todo el año, pero especialmente cada 21 de enero, este camión viaje de una comunidad a otra y sirva para que los niños, jóvenes y adultos de cada barrio recuerden la experiencia sísmica y reciban información acerca de los riesgos que construimos al exterior y al interior de cada hogar.

En una región sísmica como la nuestra debieran transmitirse por los canales de televisión estatal y telecable, videos-documentales ilustrativos, anecdóticos, reflexivos y preventivos, por ejemplo “Nunca se nos va a olvidar” y “A la luz de la sombra”, realizados por el Taller de Creación Audiovisual (Taca) de la Facultad de Letras y Comunicación, ambos relacionados con testimonios acerca del sismo del 21 de enero del año 2003. Incluso estos audiovisuales podrían colocarse en Internet para uso con fines didácticos en las instituciones educativas.

Para una comunidad en alto riesgo sísmico, se debieran editar o reeditar y distribuir a precio módico o gratuito las publicaciones académicas acerca de los sismos y la prevención de desastres asociados con sismos. Al menos ya debiera existir un portal de Internet que reúna las publicaciones en línea disponibles. Por ejemplo, están en Internet por Google Books: Memoria en movimiento, testimonios lingüísticos, literarios y visuales sobre el sismo del 21 de enero de 2003 en el estado de Colima; Renacimiento y grandeza: el primer terremoto del siglo XXI : Colima, 21 de enero de 2003; Los terremotos y sus peligros: cómo sobrevivir a ellos? y Los sismos en la historia de México, por mencionar algunos. Nótese que incluso en los títulos de las obras enlistadas también destaca el sismo por sobre el desastre, pero es lo que hay. En esencia tratan acerca del desastre.

En la prensa escrita debieran publicarse entrevistas a los “sin voz”, quiero decir a la población que nunca es escuchada y que es testigo del desastre, pero que sus opiniones son suplantadas por las autoridades que cada año opinan casi lo mismo. En esencia el ritual mediático de las declaraciones anuales incide en la repetición de que: “estamos súper preparados”, “existe una coordinación guao entre autoridades de todos los órdenes de gobierno”, “se cuenta con todos los recursos para enfrentar los riesgos sísmicos”, “se realiza una estupenda labor preventiva”, “lo más importante es recordar a nuestros caídos”, “los sismos y desastres son impredecibles” y otras opiniones más increíbles.

Además debieran entrevistarse en los distintos programas de radio y televisión a los especialistas en sismología y desastres, para que opinen y recomienden acciones realmente preventivas de desastres. Porque sucede que regularmente entrevistan a funcionarios de Protección Civil que confunden o revuelven las acciones de respuesta a una emergencia sísmica con acciones preventivas que debieran realizarse permanentemente. Las acciones de respuesta son muy necesarias, heroicas y oportunas, tales como rescatar a la población atrapada de entre los escombros, restablecer los servicios públicos, informar los daños a la población y vigilar la entrega de víveres y materiales de reconstrucción.

Pero otra cosa es realizar prevención, por ejemplo: 1) informar ampliamente y de manera recurrente a la población acerca del riesgo sísmico existente en la zona en que vive; 2) realizar los atlas de riesgos para cada uno de los municipios, los cuales debieron iniciarse desde el 12 de mayo del año 2000, cuando se decretó la Ley General de Protección Civil publicada en el Diario Oficial de la Federación (y lo más importante es que estos atlas se pongan a disposición de toda la sociedad en un formato de fácil consulta; 3) intervenir y prohibir la construcción de casas y edificios que no cuenten con los estándares oficiales de calidad y resistencia de materiales requeridos para zonas sísmicas; 4) promover la creación de una cultura artística enfocada en la difusión de prácticas y acciones de prevención de desastres detonados por sismos, por ejemplo promoviendo eventos artísticos, audiovisuales, video-documentales, exposiciones fotográficas y de pintura, obras teatrales, musicales, conferencias, encuentros internacionales, charlas en barrios, programas televisivos y radiofónicos, publicaciones de gran tiraje gratuitas o a precios muy accesibles. Estas actividades pueden financiarse con un fondo común integrado por Protección Civil, algunas Secretarías del Gobierno del Estado y dependencias federales como la Sedesol y Cenapred.

Estas propuestas informativas tal vez no sean suficientes o plenamente eficientes para promover la prevención de desastres detonados por sismos, pero serían el inicio y pruebas de diversas acciones para identificar las más adecuadas y efectivas para el tipo de comunidad local. Este año sería ideal conmemorar el desastre informándonos mejor y buscando alternativas para prevenir un posible desastre. ¿Acaso usted no tiene, como yo, la percepción de que se hace muy poco para prevenir desastres detonados por sismo? ¿Por qué será?